Primero, un disclaimer: no juego Valorant. La verdad, no suelo jugar a ningún videojuego en línea, y menos aún cuando es cooperativo. El solo hecho de considerar coordinarme con otras personas para llegar a un objetivo en común, con todo el estrés que ello conlleva, hace que en mi mente suene bastante similar a un trabajo. Lo he intentado un par de veces, pero la experiencia siempre resulta un tanto agotadora.
Sin embargo, mi compañera de vida eligió un camino bastante distinto al mío, repleto de jornadas de juego competitivo junto a su grupo de amigos, en una constante marcha por llegar al próximo nivel: un rango superior, una mejor fortaleza, o un nuevo par de alas.
Si bien nuestros estilos de juego en mi opinión parecen no ser compatibles, aún me interesaba adentrarme en las mecánicas de los FPS cooperativos y los MMORPG, y también en los juegos que ella suele jugar en particular. Fue aquí donde, poco a poco, fui descubriendo que Valorant no solo tenía personajes llamativos, sino que tenía una compleja historia de ciencia ficción por detrás.
Y si hay algo que me gusta en un juego, es el lore. Eso, sin embargo, es historia para otra ocasión. En medio del proceso de investigación, la idea de realizar un pixel art relacionado con todo lo que había aprendido del juego fue tomando forma, pero los bocetos en mi cabeza eran mucho más complejos de lo que mi habilidad y conocimientos podían plasmar en la pantalla. Era necesario llevar mis ideas a un campo conocido, que me permitiera explorar nuevas ideas sin la intimidación de algo completamente desconocido.
Coincidentemente, o quizás como consecuencia, intenté descubrir el punto de encuentro entre las modalidades de juego de mi esposa y la mía: la cooperativa y la solitaria; la competitiva y la recreativa; la moderna y la retro. Para mi sorpresa, llegué a la conclusión de que ninguna de estas formas excluían a la otra. Es más, compartían muchos aspectos.
Uno de mis juegos favoritos es Final Fantasy. Sí, el primero de la saga, lanzado en 1987 para la NES, cuya influencia sobre el género es innegable. En cada sesión, enfocaba gran parte del tiempo en recorrer el mapa en busca de encuentros con enemigos aleatorios, de manera que pudiera obtener suficiente experiencia y dinero para poder equipar a mis personajes para la batalla con el siguiente jefe. Y es que para poder avanzar en la historia era un requisito hacer horas de grinding, algo no muy distinto de algunas experiencias con juegos para móviles en la actualidad (de nuevo, historia para otro día).
La cosa es que, en aquel entonces, los juegos se hacían extremadamente difíciles como parte una táctica comercial que exigía mayor tiempo de juego, y por ende más plazo de arriendo a los jugadores, dando mayores ingresos a las tiendas y productoras de videojuegos. Por este motivo, en Final Fantasy, cuidar de cada uno de tus personajes se transformaba en una tarea de vital importancia. En repetidas ocasiones, a veces encontrándome en el extremo más inhóspito del mapa, debía devolverme a la ciudad más cercana para gastar todo mi dinero en pociones, antídotos, nuevo equipo y hechizos más poderosos, a veces arriesgando perder todo lo ganado en una súbita batalla con un poderoso enemigo en medio del camino.
Sentía como si yo cumpliera un rol más dentro de mi equipo, sin el cual estarían completamente perdidos en medio de un mundo desconocido. Mi deber era llevarlos a la victoria, y para ello debía mantenerlos a salvo.
Era en este punto donde ambos mundos se unían. Así como yo me sentía al jugar Final Fantasy, era como se sentía mi esposa en cada partida de Valorant. En esencia, ambos cumplíamos el mismo rol en nuestros equipos, y compartíamos exactamente el mismo objetivo.
Sin equipo, no hay victoria.
Con esto en mente, decidí realizar un crossover de ambos juegos, como símbolo de este nuevo punto de encuentro que había descubierto en nuestras vidas. Debido a las restricciones de Final Fantasy, decidí mantener un equipo de 4 jugadores. Los personajes elegidos fueron basándome en el equipo con el que juega mi esposa: Brimstone, Sova, Reyna y Sage. Cada uno con su propia paleta de 3 colores, elegidos cuidadosamente (y temerosamente), para concordar con sus modelos originales.
El mapa fue sugerencia de ella: Haven. Debo decir que me costó elegir un lugar en particular de este mapa que me permitiera trabajar con una paleta de 3 colores (incluyendo el fondo transparente), por lo que recurrí a buscar múltiples gameplay y capturas de pantalla para dar con la ubicación exacta. Finalmente, decidí quedarme con el C Site, un punto suficientemente monocromático para mi comodidad, luego de haber trabajado con suficientes colores por un par de días.
Como era de esperar, la escena elegida de Final Fantasy corresponde al campo de batalla, donde, a sugerencia de ella nuevamente, decidí enfrentar al equipo con una sola contrincante; una con las habilidades suficientes para poder defender el site por sí misma: Killjoy.
En este nuevo trabajo no solo me encontré con nuevas formas y colores, sino que también con nueva música. La playlist de Valorant en Spotify me acompañó durante cada pixel, y una de sus canciones en particular se quedó en mi lista de más escuchados:
Con este beat, pude finalizar una pieza que no solo me permitió salir de mi zona de confort de 4 colores, sino que también me llevó a explorar nuevos aspectos de mi relación con mi esposa.
Metadata
Paleta: Aseprite NES
Tamaño: 256x240 (resolución NES)
Software: Aseprite